jueves, 21 de agosto de 2014

La historia del plátano y la naranja



            En un colorido frutero convivían felizmente una familia de plátanos y otra de naranjas. Entre las naranjas había una que era la más bonita.
Se llamaba Clementine y no se parecía a sus hermanas. A veces pensaba que sus papás no le decían la verdad y que un día la recogieron cuando se cayó de una bolsa de la compra.
            Henry Motas estaba enamorado de Clementine pero sus padres ya habían pensado en Claire banana para su hijo, un plátano maduro.
            Un día el joven plátano le cambió el sitio a la pera Lucas,  y su cáscara rozó la cáscara de Clementine. Entonces un maravilloso aroma envolvió a los dos y supieron que sus zumos jamás se separarían…
            Henry se casó con Clementine y con el tiempo el frutero se llenó de dulces mandarinas.

Eva Mª Muñoz Sánchez©





martes, 19 de agosto de 2014

El vestido nuevo del Sol



Una mañana de verano el Sol amaneció de color verde. Los niños se prepararon para ir al colegio como de costumbre y los mayores se dispusieron a hacer sus tareas diarias.
            Las calles se tiñeron de un verde césped que resultaba la mar de curioso, el único problema era que hacía un calor terrible.
            Los columpios quemaban mucho, así que los parques ese día se vaciaron de niños. La gente tenía que ir en bañador por la calle para aguantar semejante bochorno.
            Llegó la noche y la Luna alivió el tremendo calor que sufría el planeta Tierra, pero por la mañana nuevamente el Sol despertó a todos con sus ardientes rayos.
Ante tan grave acontecimiento los gobiernos del mundo entero reaccionaron con rapidez, se reunieron y planearon enviar a alguien para hablar con el Sol y averiguar lo que estaba sucediendo.
Para esta delicada misión escogieron a un astronauta que hablaba Solaris, el idioma solar. El humano estaba equipado con un traje especial diseñado para soportar las más extremas temperaturas, de magnífica ligereza y que, además, ejercía de vehículo espacial.
Accionando un pequeño interruptor colocado dentro de un bolsillo de su traje, Tobías se propulsó a una velocidad inesperada. Viajaba a millones de años luz, sin embargo, podía divisar con claridad un sinfín de cuerpos celestes.
            Cuando llegó junto al Sol  le encontró derramando lágrimas de ceniza.
-¿Qué te pasa, por qué lloras?, y ¿por qué ahora eres de color verde?, desde que llevas este traje, en la Tierra hace un calor horrible.-Preguntó Tobías con delicadeza.
- Ayer me puse este vestido verde para sorprender a todos con mi nuevo aspecto pero todo el mundo se escondió de mí, eso me apenó tanto que desde entonces no he podido dejar de llorar.- Respondió el Sol enjugándose las lágrimas. Gracias por venir a decírmelo, este traje me parece bonito pero muchos de mis rayos quedan al descubierto y por eso estáis pasando tanto calor. Lo solucionaré ahora mismo.- Añadió acercándose a su armario, lleno de vestidos deslumbrantes.
El Sol escogió de entre todos un centelleante vestido amarillo con toques de purpurina. Lo dejó caer sobre su cuerpo y, de inmediato, el planeta Tierra experimentó un cálido bienestar, las aguas templadas hicieron las delicias de animales acuáticos y las ventanas de los hogares se abrieron para dejar entrar la agradable luz.
Tobías decidió quedarse un rato más con el Sol que hacía mucho tiempo que no recibía ningún invitado. Tomaron juntos un cafecito y charlaron alegremente. Se hizo tan tarde que se quedó a dormir en una nubecita que andaba por allí.
Por la mañana se despidió del Sol agradeciéndole su hospitalidad. Accionó de nuevo el interruptor de su traje y en una milésima de segundo se encontró frente a la puerta de su casa. -“Desde luego, ¡este sí que era un buen invento!”.
Fue derecho a su habitación y durmió plácidamente, “un viaje como éste no se hace todos los días”. , se dijo sonriendo.
Desde aquel día,  los niños llenaban los parques como de costumbre y los mayores hacían sus tareas diarias con normalidad, eso sí, había purpurina por todas partes.
Eva Mª Muñoz Sánchez©

martes, 12 de agosto de 2014

La estrella Piccolina

Todos los días Andrea antes de irse a dormir miraba al cielo buscando una estrella especial, una estrellita diferente entre las demás.
Un día le pareció ver  a una giñándole un ojo,  era chiquitita y pensó que le iría bien el nombre de Piccolina.  
Así, antes de acostarse la niña le decía: "buenas noches Piccolina ", y Piccolina le giñaba el ojo. En una ocasión la estrellita agitó su pequeño cuerpo y al hacerlo desprendió una potente luz, entonces pudo verla claramente bailando.
Pero al salir el sol, Piccolina ya no estaba…
-“¡Cuánto me gustaría verte de día junto al sol...”, soñaba Andrea.
Una  noche decidió no dormirse para ver adónde iba Piccolina por la mañana...
 Entonces, el sol ocupó el lugar de la luna, y  desaparecieron todas las estrellas.
Pero, ¡qué curioso!, había una estrella chiquitita al lado del sol que no se había marchado. Se la veía realmente bonita, ¡era Piccolina guiñándole un ojito!
Aquella noche decidió quedarse a jugar un rato con el sol, entonces la dulce niña al ver su sueño cumplido cerró los ojitos y se durmió plácidamente.
Eva Mª Muñoz Sánchez©


jueves, 7 de agosto de 2014

Un osito muy especial




-“¡Qué a gustito estoy aquí tumbado!”, piensa osito.

La cinta de trabajo corre a un ritmo muy rápido y detrás de él hay miles de ositos para repartir entre montones de niños.

A osito le ponen la boca, la nariz y los ojitos. Le visten con su ropa y sus botitas y lo colocan en una cajita de regalo con un lazo azul y blanco. Es tan bonito…

Osito ve cómo pasan muchos niños que dicen:
¡Mamá, cómpramelo!!!!
Sonríe pensando que lo llevarán a su casa, le acurrucarán y mimarán (porque a los peluches lo que más les gusta son los abrazos y los besos), pero se llevan a Tito, a Rosalinda y hasta al gruñón de Ricardo.

Osito es muy paciente y espera tranquilo su turno, pero el estante ya está casi vacío…
-¡Emma!, vámonos que ya es muy tarde.
-¡No mamá, lo quiero, lo quiero!!!

La mamá de la niña se acerca a su hija y le pregunta que es eso que le pide.  Con su dedito señala hacia la estantería. Es un pequeño peluche con una carita muy dulce. Parece que tenga vida por la media sonrisa que esboza.

Tiene un ojito un poquito más arriba que el otro, pero a la mamá le encanta que a su hija eso no le haya importado.
A Emma le parece el osito más bonito del mundo y da saltos de alegría cuando mama accede a comprarlo.

La niña lo saca de su caja para abrazarlo y osito es inmensamente feliz. Nunca más volverá a sentirse solo.


Eva Mª Muñoz Sánchez©


El país de los dulces

                                                          

A Raquelita le gustaban mucho los dulces, sobre todo las piruletas con forma de corazón. Cuando se comía una, le encantaba dar besos pegajosos a papá y mamá y cuando la piruleta estaba a punto de acabarse miraba a través de ella y todo se veía de color rosa.

Una noche soñó que su camita estaba hecha de algodón de azúcar, era suave y olía de maravilla. Mamá le arropaba y le decía "buenas noches tesorito y al salir por la puerta dejaba tras de sí un rastro de ositos de goma de todos los colores.

Un buen día Raquelita decidió que no quería comer el pescado y las verduras que mamá le había cocinado. No estaban tan ricas ni olían tan bien como las golosinas. Sólo quería comer tarta, chocolate y para terminar un rico chupa-chups. Mami le dijo que no y la nena se fue a su cama con la tripita más vacía que de costumbre.

Esa noche la niña se despertó y siguió el reguero de ositos de goma que mama le había dejado al acostarla.
El dulce camino la condujo hasta un bosque de árboles chocolateados . Había un río que olía a batido de fresa. Las nubes eran de chicle y del césped brotaban piruletas de todos los sabores. Tenía tanta hambre que no sabía por dónde empezar.

Entonces un simpático conejito le trajo un pedazo de tarta de trufa que a Raquelita le pareció deliciosa, un pajarito dejo caer de su pico un caramelo riquísimo que la niña también degustó.

Durante largo rato estuvo comiendo toda clase de dulces hasta que quiso probar su chuche preferida, la flor de piruleta.
Con el primer lametazo Raquelita se quedó de piedra, "¡Uy!, no está tan rica”, pensó, y se puso muy triste.

De pronto vio cómo su tripita empezaba a inflarse hasta parecerse a un globo. Entonces empezó a elevarse hasta llegar a tocar las nubes de chicle. Saltó de una a otra hasta que pudo ver la luna. Ésta le dijo, “salta, yo te sujetaré para que no salgas volando”.

La niña se lanzó a los brazos de la luna que la acarició hasta que se quedó plácidamente dormida.

Cuando despertó se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Pero Raquelita ese día decidió comerse la comida que le habían puesto. De premio su papi le dio una de sus piruletas favoritas y resultó ser la más rica que había tomado nunca.

Mientras tanto, Cerecita, el perro de la niña, no paraba de jugar a lanzar el osito de goma que había encontrado en el suelo.

Eva Mª Muñoz Sánchez©

martes, 5 de agosto de 2014

El calcetín de Alicia


Alicia se pasó una hora buscando el calcetín rojo, no recordaba dónde lo dejó la última vez y aquel calcetín era un objeto fantástico.
Nunca se había considerado fantasiosa pero el lunes descubrió que en esa anodina prenda roja había algo muy singular. Ahora tenía que recuperarla como fuese.
Como cualquier otro comienzo de semana la niña se dispuso a vestirse con su uniforme para el colegio, sin olvidar quitarle la etiqueta a sus calcetines nuevos. Su suéter azul marino era la mar de aburrido y por si fuera poco su madre se equivocó en la tienda al comprarle  calcetines...
-“¡Son rojos!, pero mamá...” - la quería con locura pero últimamente estaba un poco en babia...
-          ¡¡Azules mamá, azules!! . Le reprochó en voz alta mientras acababa de calzarse.
A Alicia no le gustaba llamar la atención pero así iba a resultar difícil que nadie se fijase en su aspecto...
Se miró en el espejo y aunque el reflejo no la convenciera demasiado hizo una pose simpática que la favorecía bastante.
- ¡Pues ala, vámonos! ,acostumbraba a darse ánimos de vez en cuando.
Bajó las escaleras corriendo y se despidió con un beso fugaz de su madre que le dijo : ¡"No corras loca, que te vas a estampar!.
Alicia hizo caso omiso a sus palabras y salió a la carrera, entonces su corazón le dio un vuelco porque comenzó a sentir como el suelo que pisaba comenzaba a desintegrarse, se paró a observar como el escenario que la rodeaba cambiaba por completo, otras casas ocupaban el espacio que ya conocía y la gente que ahora veía llevaba una indumentaria diferente.
 Descubrió de sopetón que aquel par de calcetines eran un instrumento mágico para viajar a otros mundos, a otro tiempo.
Sintió un vértigo desconocido, mezcla de miedo y emoción. Poco a poco fue aminorando la velocidad. Esta experiencia paranormal le había dejado completamente mareada y el aire no llegaba con facilidad a sus pulmones.
“¿Dónde estoy?, pero..., ¿qué me está pasando?...”, se hallaba cerca de un pequeño riachuelo, fue acercándose con paso cauteloso hasta que pudo ver su reflejo.
Su cabello había cambiado un poco, la tonalidad era algo más oscura y ahora estaba trenzado, su uniforme había desaparecido y lo sustituía una sencilla túnica. Lo que no había cambiado era el color de sus calcetines, seguían siendo rojos.

-¿Qué te pasa niña?, aquellas palabras sacaron a Alicia de su ensimismamiento.
- ¿Mamá?
Se sorprendió a sí misma al reconocer en aquel rostro que nunca antes había visto a la que era
su madre.
Entonces hizo algo que no había previsto:
- Perdona mamá, ahora no puedo...
Alicia se descalzó ante la mirada atónita de su madre, se quitó los calcetines y esperó a ver qué pasaba...
-Pero hija, ¿qué haces?..., anda, ponte los calcetines que te vas a resfriar y al final iremos al médico… , dijo impacientándose ya.
Al ver que el método no funcionaba, Alicia se despidió de su madre con un “¡te veo pronto mamá!”, comenzó a correr como si la vida le fuera en ello y pensó en su casa, su habitación , y el mundo que siempre había conocido.
Poco a poco todo recobró su apariencia normal, Alicia fue aminorando la velocidad al reconocer su barrio, las casas de los vecinos, la tienda de la señora Rosa que siempre era tan amable con ella. Al fin se encontró ante el rellano de su casa y comenzó a subir las escaleras. De pronto se dio cuenta de un terrible hecho: “¡oh dios mío, no puede ser, le faltaba uno de sus calcetines!, no podía haberlo perdido en su disparatado viaje...”
Subió los escalones que faltaban con un par de zancadas y entró en su habitación, tenía la esperanza de encontrar el calcetín en algún rincón de su cuarto.
Se pasó más de una hora buscando el calcetín rojo y, de pronto, se cercioró de que aún no había visto a su madre:
- ¡Mamaaaaá!, gritó con fuerza pero no daba señales de vida, fue al cuarto de su madre y vio que el marco de la foto de fin de curso donde las dos se abrazaban cariñosamente había desaparecido. En su lugar ahora había una especie de cajita de madera con una delicada estrella cuidadosamente tallada.
Alicia jamás había visto ese joyero y sin pensarlo mucho se dispuso a abrirlo. Por fin apareció: el calcetín rojo.
Mientras se lo ponía la niña  murmuró apretando los ojos:
-Mamá voy a buscarte.
           

Eva Mª Muñoz Sánchez©