martes, 5 de agosto de 2014

El calcetín de Alicia


Alicia se pasó una hora buscando el calcetín rojo, no recordaba dónde lo dejó la última vez y aquel calcetín era un objeto fantástico.
Nunca se había considerado fantasiosa pero el lunes descubrió que en esa anodina prenda roja había algo muy singular. Ahora tenía que recuperarla como fuese.
Como cualquier otro comienzo de semana la niña se dispuso a vestirse con su uniforme para el colegio, sin olvidar quitarle la etiqueta a sus calcetines nuevos. Su suéter azul marino era la mar de aburrido y por si fuera poco su madre se equivocó en la tienda al comprarle  calcetines...
-“¡Son rojos!, pero mamá...” - la quería con locura pero últimamente estaba un poco en babia...
-          ¡¡Azules mamá, azules!! . Le reprochó en voz alta mientras acababa de calzarse.
A Alicia no le gustaba llamar la atención pero así iba a resultar difícil que nadie se fijase en su aspecto...
Se miró en el espejo y aunque el reflejo no la convenciera demasiado hizo una pose simpática que la favorecía bastante.
- ¡Pues ala, vámonos! ,acostumbraba a darse ánimos de vez en cuando.
Bajó las escaleras corriendo y se despidió con un beso fugaz de su madre que le dijo : ¡"No corras loca, que te vas a estampar!.
Alicia hizo caso omiso a sus palabras y salió a la carrera, entonces su corazón le dio un vuelco porque comenzó a sentir como el suelo que pisaba comenzaba a desintegrarse, se paró a observar como el escenario que la rodeaba cambiaba por completo, otras casas ocupaban el espacio que ya conocía y la gente que ahora veía llevaba una indumentaria diferente.
 Descubrió de sopetón que aquel par de calcetines eran un instrumento mágico para viajar a otros mundos, a otro tiempo.
Sintió un vértigo desconocido, mezcla de miedo y emoción. Poco a poco fue aminorando la velocidad. Esta experiencia paranormal le había dejado completamente mareada y el aire no llegaba con facilidad a sus pulmones.
“¿Dónde estoy?, pero..., ¿qué me está pasando?...”, se hallaba cerca de un pequeño riachuelo, fue acercándose con paso cauteloso hasta que pudo ver su reflejo.
Su cabello había cambiado un poco, la tonalidad era algo más oscura y ahora estaba trenzado, su uniforme había desaparecido y lo sustituía una sencilla túnica. Lo que no había cambiado era el color de sus calcetines, seguían siendo rojos.

-¿Qué te pasa niña?, aquellas palabras sacaron a Alicia de su ensimismamiento.
- ¿Mamá?
Se sorprendió a sí misma al reconocer en aquel rostro que nunca antes había visto a la que era
su madre.
Entonces hizo algo que no había previsto:
- Perdona mamá, ahora no puedo...
Alicia se descalzó ante la mirada atónita de su madre, se quitó los calcetines y esperó a ver qué pasaba...
-Pero hija, ¿qué haces?..., anda, ponte los calcetines que te vas a resfriar y al final iremos al médico… , dijo impacientándose ya.
Al ver que el método no funcionaba, Alicia se despidió de su madre con un “¡te veo pronto mamá!”, comenzó a correr como si la vida le fuera en ello y pensó en su casa, su habitación , y el mundo que siempre había conocido.
Poco a poco todo recobró su apariencia normal, Alicia fue aminorando la velocidad al reconocer su barrio, las casas de los vecinos, la tienda de la señora Rosa que siempre era tan amable con ella. Al fin se encontró ante el rellano de su casa y comenzó a subir las escaleras. De pronto se dio cuenta de un terrible hecho: “¡oh dios mío, no puede ser, le faltaba uno de sus calcetines!, no podía haberlo perdido en su disparatado viaje...”
Subió los escalones que faltaban con un par de zancadas y entró en su habitación, tenía la esperanza de encontrar el calcetín en algún rincón de su cuarto.
Se pasó más de una hora buscando el calcetín rojo y, de pronto, se cercioró de que aún no había visto a su madre:
- ¡Mamaaaaá!, gritó con fuerza pero no daba señales de vida, fue al cuarto de su madre y vio que el marco de la foto de fin de curso donde las dos se abrazaban cariñosamente había desaparecido. En su lugar ahora había una especie de cajita de madera con una delicada estrella cuidadosamente tallada.
Alicia jamás había visto ese joyero y sin pensarlo mucho se dispuso a abrirlo. Por fin apareció: el calcetín rojo.
Mientras se lo ponía la niña  murmuró apretando los ojos:
-Mamá voy a buscarte.
           

Eva Mª Muñoz Sánchez©

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