jueves, 7 de agosto de 2014

El país de los dulces

                                                          

A Raquelita le gustaban mucho los dulces, sobre todo las piruletas con forma de corazón. Cuando se comía una, le encantaba dar besos pegajosos a papá y mamá y cuando la piruleta estaba a punto de acabarse miraba a través de ella y todo se veía de color rosa.

Una noche soñó que su camita estaba hecha de algodón de azúcar, era suave y olía de maravilla. Mamá le arropaba y le decía "buenas noches tesorito y al salir por la puerta dejaba tras de sí un rastro de ositos de goma de todos los colores.

Un buen día Raquelita decidió que no quería comer el pescado y las verduras que mamá le había cocinado. No estaban tan ricas ni olían tan bien como las golosinas. Sólo quería comer tarta, chocolate y para terminar un rico chupa-chups. Mami le dijo que no y la nena se fue a su cama con la tripita más vacía que de costumbre.

Esa noche la niña se despertó y siguió el reguero de ositos de goma que mama le había dejado al acostarla.
El dulce camino la condujo hasta un bosque de árboles chocolateados . Había un río que olía a batido de fresa. Las nubes eran de chicle y del césped brotaban piruletas de todos los sabores. Tenía tanta hambre que no sabía por dónde empezar.

Entonces un simpático conejito le trajo un pedazo de tarta de trufa que a Raquelita le pareció deliciosa, un pajarito dejo caer de su pico un caramelo riquísimo que la niña también degustó.

Durante largo rato estuvo comiendo toda clase de dulces hasta que quiso probar su chuche preferida, la flor de piruleta.
Con el primer lametazo Raquelita se quedó de piedra, "¡Uy!, no está tan rica”, pensó, y se puso muy triste.

De pronto vio cómo su tripita empezaba a inflarse hasta parecerse a un globo. Entonces empezó a elevarse hasta llegar a tocar las nubes de chicle. Saltó de una a otra hasta que pudo ver la luna. Ésta le dijo, “salta, yo te sujetaré para que no salgas volando”.

La niña se lanzó a los brazos de la luna que la acarició hasta que se quedó plácidamente dormida.

Cuando despertó se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Pero Raquelita ese día decidió comerse la comida que le habían puesto. De premio su papi le dio una de sus piruletas favoritas y resultó ser la más rica que había tomado nunca.

Mientras tanto, Cerecita, el perro de la niña, no paraba de jugar a lanzar el osito de goma que había encontrado en el suelo.

Eva Mª Muñoz Sánchez©

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