martes, 19 de agosto de 2014

El vestido nuevo del Sol



Una mañana de verano el Sol amaneció de color verde. Los niños se prepararon para ir al colegio como de costumbre y los mayores se dispusieron a hacer sus tareas diarias.
            Las calles se tiñeron de un verde césped que resultaba la mar de curioso, el único problema era que hacía un calor terrible.
            Los columpios quemaban mucho, así que los parques ese día se vaciaron de niños. La gente tenía que ir en bañador por la calle para aguantar semejante bochorno.
            Llegó la noche y la Luna alivió el tremendo calor que sufría el planeta Tierra, pero por la mañana nuevamente el Sol despertó a todos con sus ardientes rayos.
Ante tan grave acontecimiento los gobiernos del mundo entero reaccionaron con rapidez, se reunieron y planearon enviar a alguien para hablar con el Sol y averiguar lo que estaba sucediendo.
Para esta delicada misión escogieron a un astronauta que hablaba Solaris, el idioma solar. El humano estaba equipado con un traje especial diseñado para soportar las más extremas temperaturas, de magnífica ligereza y que, además, ejercía de vehículo espacial.
Accionando un pequeño interruptor colocado dentro de un bolsillo de su traje, Tobías se propulsó a una velocidad inesperada. Viajaba a millones de años luz, sin embargo, podía divisar con claridad un sinfín de cuerpos celestes.
            Cuando llegó junto al Sol  le encontró derramando lágrimas de ceniza.
-¿Qué te pasa, por qué lloras?, y ¿por qué ahora eres de color verde?, desde que llevas este traje, en la Tierra hace un calor horrible.-Preguntó Tobías con delicadeza.
- Ayer me puse este vestido verde para sorprender a todos con mi nuevo aspecto pero todo el mundo se escondió de mí, eso me apenó tanto que desde entonces no he podido dejar de llorar.- Respondió el Sol enjugándose las lágrimas. Gracias por venir a decírmelo, este traje me parece bonito pero muchos de mis rayos quedan al descubierto y por eso estáis pasando tanto calor. Lo solucionaré ahora mismo.- Añadió acercándose a su armario, lleno de vestidos deslumbrantes.
El Sol escogió de entre todos un centelleante vestido amarillo con toques de purpurina. Lo dejó caer sobre su cuerpo y, de inmediato, el planeta Tierra experimentó un cálido bienestar, las aguas templadas hicieron las delicias de animales acuáticos y las ventanas de los hogares se abrieron para dejar entrar la agradable luz.
Tobías decidió quedarse un rato más con el Sol que hacía mucho tiempo que no recibía ningún invitado. Tomaron juntos un cafecito y charlaron alegremente. Se hizo tan tarde que se quedó a dormir en una nubecita que andaba por allí.
Por la mañana se despidió del Sol agradeciéndole su hospitalidad. Accionó de nuevo el interruptor de su traje y en una milésima de segundo se encontró frente a la puerta de su casa. -“Desde luego, ¡este sí que era un buen invento!”.
Fue derecho a su habitación y durmió plácidamente, “un viaje como éste no se hace todos los días”. , se dijo sonriendo.
Desde aquel día,  los niños llenaban los parques como de costumbre y los mayores hacían sus tareas diarias con normalidad, eso sí, había purpurina por todas partes.
Eva Mª Muñoz Sánchez©

No hay comentarios:

Publicar un comentario